Y de repente, me veo escribiendo otra vez. Otra vez. Pero distinta.
¿Vueltas? Sí. Vueltas del cuerpo que no fluye, que se frena, que se tensa.

Vueltas de la nueva excusa que tiene mi mente para justificar el maldito dolor de piernas: una tal polineuropatía.

Vueltas que no pedí, vueltas que marean. Vueltas que cansan. Vueltas que activan el modo lucha.
Lucha, sí.

Lucha diaria: desactivar la rigidez y abrir espacio a la fluidez.
Lucha diaria: espantar las nubes y dejar pasar el sol.
Lucha diaria: papeles por aquí, papeles por allá.
Lucha diaria: derechos.

¿Vueltas? No. Siempre igual.
En este nuestro querido y privilegiado primer mundo, “derechos” sigue significando lucha.

¿Vueltas? No. Nada nuevo.

He tenido la cabeza ocupada gestionando la no-novedad.
Ocupada.

Vueltas, vueltas y más vueltas.

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